noviembre 08, 2007

Traductores y traducciones en la Argentina del Siglo XX

Algunas traducciones de Jorge Luis Borges alcanzaron tal proyección que lograron que obras inicialmente subvaluadas en su idioma original fueran reconsideradas a la luz de la traducción realizada por el argentino.

Entre las décadas del 30 y del 50, la traducción fue uno de los rubros que más contribuyó al crecimiento del mercado editorial local, según analiza la ensayista Patricia Willson en La Constelación del Sur, un libro que rastrea cómo la obra de autores como William Faulkner, Virginia Woolf y Samuel Beckett comenzó a circular a partir de traducciones realizadas por Jorge Luis Borges y Victoria Ocampo, entre otros escritores.

A fines de la década del 30 del siglo pasado, la Guerra Civil que se libraba en España tuvo un impacto decisivo en muchos editores ibéricos que armaron rápidamente sus valijas y llegaron a la Argentina con el objetivo de instalarse en un terreno que asomaba promisorio tras la profesionalización del rol del escritor en la primera década del siglo y el efecto que habían dejado después las vanguardias.La irrupción de estos nuevos sellos, sumada a la consolidación de otras editoriales locales como Sur, favoreció una demanda de textos nuevos que rápidamente empezó a ser saciada por la vía de la traducción: la concreción de esta tarea recayó en una serie de intelectuales -la mayoría de ellos escritores, como en el caso de Borges o José Bianco- que introdujeron modelos narrativos casi desconocidos en Latinoamérica y multiplicaron el público lector.En La Constelación del Sur, editado por el sello Siglo XXI, Patricia Willson examina las distintas estrategias de traducción que contribuyeron a modelar la imagen de lo extranjero en la literatura argentina y que convirtieron a la traducción en una práctica a la vez democrática y elitista.
PARTICULARIDADES. “Mi investigación se concentra en Victoria Ocampo, Borges y Bianco porque cada uno encarna una forma distinta de pensar la práctica de la traducción -destaca la autora-. Todos tienen la particularidad de haber escrito sobre la traducción como objeto teórico, pero su condición de escritores permite confrontar además la práctica de la traducción con sus propias escrituras”.Antes de pensar qué es una buena traducción o cómo traducir -los tópicos más frecuentados en los textos que abordan la cuestión-, Willson (doctora en Letras de la Universidad de Buenos Aires) tomó como punto de partida la influencia que tuvieron determinadas traducciones en la literatura argentina.“Básicamente tomo a Ocampo como la traductora romántica que focaliza la figura del autor como genio y creador... la cuestión de la inspiración. Eso se ve en traducciones que tienden a ser literales, es decir, bastante pegadas al texto fuente”, señaló.“Por otro lado trabajo sobre Bianco, que está casi en las antípodas, porque para él lo importante es la obra antes que el autor y entonces se permite reformulaciones y reescrituras que tienden a obtener una prosa fluida, legible”, dijo la ensayista.“Por último está Borges, que encarna al traductor vanguardista que interviene con ese sesgo criollista que él tenía en su juventud y que deja rastros en sus traducciones -analizó-. Borges despedaza la cultura occidental y traduce sus fragmentos, logrando ser contemporáneo sin renunciar a la tradición clásica”.
APORTES. ¿La relación entre autor, traductor y obra obedecía por entonces a un estricto grado de afinidad? “Bianco, Borges y Victoria Ocampo no traducían todo lo que a ellos les gustaba sino que en muchos casos seguían una línea editorial”, aclaró.“Borges admiraba a James Joyce pero no le interesaba particularmente su obra. Sin embargo, tradujo la última parte del Ulises. Del mismo modo, tenía una concepción de la literatura alejada de la de Faulkner pero aceptó traducir Las palmeras salvajes, un trabajo donde se detectan una serie de incrustaciones de términos bien locales que remiten a la cultura rioplatense y al paisaje de La Pampa”, ilustró.El trabajo de Willson incluye un análisis de los beneficios de la ‘fiebre traductora´, como la importación del policial en la década del 40, un género que no se hubiera arraigado tan fuerte en la tradición literaria nacional “de no haber sido por las traducciones que comenzaron a circular en la década del 40”.“Sin la existencia de las traducciones, y de lo que podríamos llamar un ´aparato importador´ como es la creación de colecciones específicas y de reseñas críticas, los géneros son muy difíciles de transportar a otra cultura”, evaluó la autora.
INTERCAMBIOS. “La traducción democratiza y vuelve legible en una cultura el texto extranjero. Vale el ejemplo de la ciencia ficción en Francia, que tras intentos fallidos concretados en la primera mitad del siglo XX recién penetró en los 50, porque colecciones importantes se decidieron a publicar el género y empezaron a circular las reseñas”, indicó la autora.Entre los méritos del apogeo traductor se cuenta la recontextualización operada en beneficio de obras poco apreciadas en su lengua original, como ocurrió con Orlando de Virginia Woolf. La novela fue considerada un divertimento por la crítica anglosajona, a diferencia de lo que ocurrió en América Latina.“Orlando, para la tradición anglosajona, no pertenecía a las grandes obras de la novelística de Wolf. Sin embargo, en el ámbito hispanoparlante cobró una importancia inusitada a partir de la traducción realizada por Borges y eso hizo que después fuera leída desde otro lugar en Europa”, concluye Willson.http://www.eldiariodeparana.com.ar/textocomp.asp?id=132056

1 comentario:

Anónimo dijo...

muchas gracias!