enero 31, 2009

El castellano, mal llamado español (I)

ALBERTO BUELA*

El inglés no llega a 500 millones y el chino no es un idioma sino 129 a la vez

Como despedida del 2008 el diario El País de España en la edición argentina publica un artículo a doble página en el centro del diario, firmado por Tereixa Constenla, titulado "El español, un filón huérfano de prestigio", en donde se vuelcan una sarta de mentiras a designio que sublevan al más calmo.

Este artículo confirma el título del último libro del pensador español Fernando Sánchez Dragó, Si habla mal de España... es español que a su vez viene de un viejo verso de Joaquín Bartrina que dice así:

Oyendo hablar a un hombre, fácil es acertar dónde vio la luz del sol; si os alaba Inglaterra, será inglés, si os habla mal de Prusia, es un francés, y si habla mal de España, es español.

Hablando con amigos colombianos que en estos días nos visitan recordábamos que tanto en sus escuelas como en las nuestras nos enseñaban que la lengua que hablábamos era el castellano y que el término español designaba la nacionalidad de los nacidos en España.

Pero la fuerza de las cosas hace que hoy, Internet mediante, se hable de español para referirse a nuestra lengua y no al castellano. Pero la estulticia, para decirlo elegantemente, de los que hablan de su lengua, que es también nuestra lengua, es que lo hacen de manera menguada, recogiendo los argumentos de nuestros históricos enemigos políticos: los angloparlantes.

La primera de las razones falsas argumentada por la autora es que "el español es la cuarta lengua más hablada del mundo, detrás del chino, del inglés y del hindi". Esto, como salta a las claras es falso de toda falsedad, pues el castellano es hablado por 300 millones en América del Sur (incluidos los 12 millones que lo hablan en Brasil), 44 millones en Estados Unidos, 52 millones en América Central y el Caribe, y 104 millones en México. En África lo hablan de 2 a 3 millones, 500.000 en Europa Oriental, 45 millones en España y alrededor de 2 millones más en el resto del mundo, lo que suma un total de 550 millones de hispano parlantes con lo cual se desmienten totalmente las cifras divulgadas por el artículo de marras.

El castellano, patrimonio común a españoles, americanos y a algunos africanos, es la primera de las lenguas habladas en el mundo, pues el inglés no llega a 500 millones y el chino no es un idioma sino 129 a la vez, de los que se destacan el mandarín, idioma oficial desde la Revolución Cultural de 1966, el wu, el cantonés o yué, el min, el jin, el xiang, etc., cuyas diferencias entre sí son mayores de las que existen entre el castellano y el portugués. Pues, si a sumar fuéramos, nosotros contabilizaríamos juntos la bicoca de 788 millones.

Además, esto que estamos afirmando no es ninguna novedad, porque buscando en Internet hay muchas páginas que muestran que el castellano es el segundo idioma hablado del mundo, pero estas páginas no hacen la distinción que hacemos nosotros entre las distintas lenguas que se hablan en China.

Bueno, y si así fuera vaya y pase, pero de ahí a afirmar que está en un cuarto lugar y tan lejos en millones de hablantes como sostiene el artículo de El País es una mentira ex profeso y una falta de respeto a los millones que lo hablan y no fueron tenidos en cuenta.

La segunda falsedad es que "el español es la lengua de 18 países". Sólo en América somos 19 países. En Europa está España y en África Guinea Ecuatorial y lo que queda de la República Saharaui. De modo tal que no son 18 los países de lengua castellana sino 22.

No es pequeño el error cuando se comete sobre cifras tan menudas y precisas, lo que denota mejor una intención para desviar y desvirtuar los datos objetivos y reales. Y así a renglón seguido afirma "la gallega" que "no tenemos datos confiables del español pero sí del inglés". Lo que confirma que la que no es confiable es la autora y el diario que le publica con los datos que maneja y tergiversa.

*UBA/Buenos Aires. rlanz@cipost.org.ve
EL NACIONAL - Jueves 29 de Enero de 2009 Opinión/10
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enero 30, 2009

Que no es competencia desleal

Ofrecer al cliente mejores condiciones o precios que los prevalecientes en el mercado; en el entendido de que la lucha por la vida determinará lo que el traductor pida a cambio de sus servicios.


Hay, además, otros tres factores que a veces dictan los precios y condiciones de un traductor. Uno de ellos es el reconocimiento de que la calidad de su servicio no justifica el cobro de las tarifas prevalecientes, otro es la intención de abrirse paso en el mercado, y el tercero la ignorancia de las tarifas prevalecientes.
Por otro lado, una práctica difícil de ubicar estrictamente dentro de la ética es la de ofrecer servicio de interpretación gratuito cuando el contrato implica un cuantioso número de receptores, y viceversa. Sin la intención de contradecir la justificación antedicha de “la lucha por la vida”, el riesgo de esta práctica consiste en que, al no valorizar su trabajo, dichos intérpretes ponen en tela de duda el justo valor que los demás dan al suyo, y los exponen a regateos y comparaciones a todas luces injustas. Llevadas al extremo, dichas comparaciones pueden inducir a un cliente a acusar a estos últimos de “robo” por los precios que cobran.

Dos prácticas de competencia desleal, sin lugar a dudas:

1) Desprestigiar a un colega con el fin de ganar un contrato o la preferencia de un nuevo cliente. Y digo “nuevo” porque me refiero al cliente que no conoce a ninguno de los dos oferentes del servicio.
En ocasiones nos veremos en aprietos, cuando alguien nos pregunte por la calidad que puede ofrecer un colega de quien sabemos ha habido quejas. En estos casos, es preferible decir “Lo conozco, pero no conozco su trabajo”; añadiendo algún atributo que sí nos conste, como su experiencia, formalidad, o precios razonables, en su caso, y sugiriendo que se le pida una prueba (si se trata de traducción) y (o) recomendaciones de clientes (si se trata de interpretación). No cabe duda de que es una situación difícil, sobre todo cuando nuestras palabras van a ser tomadas virtualmente.


2) Aprovechar el acceso que un colega nos da para promover una relación directa con el cliente. Con esto nos referimos tanto a la actitud agresiva de ofrecer nuestros servicios (entregar tarjetas, etc.), como la actitud pasiva de dar nuestros datos o atender al cliente directamente sin referirlo a nuestro colega primero, o consultar antes con éste.


No pretendemos que el traductor se niegue a hacer el trabajo, sino que aclare que lo hará una vez que su colega lo apruebe. Para nuestra tranquilidad de conciencia, con frecuencia encontraremos que el cliente no sólo obtuvo ya su aprobación, sino también su recomendación de que nos busque.

Consecuentemente, la mejor práctica competitiva, es competir con calidad. Esta va más allá de una calidad mejor que la de nuestros competidores, es un esfuerzo cotidiano por mejorar la calidad que dimos ayer. Así, compitiendo con nosotros mismos, iremos mejorando día tras día hasta llegar al grado en que la competencia en precio deje de tener importancia, porque siempre habrá quien prefiera un trabajo de calidad a uno barato, cuando no pueda tener ambas cosas.

Lenguas: Número 17 - Mayo de 1994. Atimac.

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