Ofrecer al cliente mejores condiciones o precios que los prevalecientes en el mercado; en el entendido de que la lucha por la vida determinará lo que el traductor pida a cambio de sus servicios.
Hay, además, otros tres factores que a veces dictan los precios y condiciones de un traductor. Uno de ellos es el reconocimiento de que la calidad de su servicio no justifica el cobro de las tarifas prevalecientes, otro es la intención de abrirse paso en el mercado, y el tercero la ignorancia de las tarifas prevalecientes.
Por otro lado, una práctica difícil de ubicar estrictamente dentro de la ética es la de ofrecer servicio de interpretación gratuito cuando el contrato implica un cuantioso número de receptores, y viceversa. Sin la intención de contradecir la justificación antedicha de “la lucha por la vida”, el riesgo de esta práctica consiste en que, al no valorizar su trabajo, dichos intérpretes ponen en tela de duda el justo valor que los demás dan al suyo, y los exponen a regateos y comparaciones a todas luces injustas. Llevadas al extremo, dichas comparaciones pueden inducir a un cliente a acusar a estos últimos de “robo” por los precios que cobran.
Dos prácticas de competencia desleal, sin lugar a dudas:
1) Desprestigiar a un colega con el fin de ganar un contrato o la preferencia de un nuevo cliente. Y digo “nuevo” porque me refiero al cliente que no conoce a ninguno de los dos oferentes del servicio.
En ocasiones nos veremos en aprietos, cuando alguien nos pregunte por la calidad que puede ofrecer un colega de quien sabemos ha habido quejas. En estos casos, es preferible decir “Lo conozco, pero no conozco su trabajo”; añadiendo algún atributo que sí nos conste, como su experiencia, formalidad, o precios razonables, en su caso, y sugiriendo que se le pida una prueba (si se trata de traducción) y (o) recomendaciones de clientes (si se trata de interpretación). No cabe duda de que es una situación difícil, sobre todo cuando nuestras palabras van a ser tomadas virtualmente.
Por otro lado, una práctica difícil de ubicar estrictamente dentro de la ética es la de ofrecer servicio de interpretación gratuito cuando el contrato implica un cuantioso número de receptores, y viceversa. Sin la intención de contradecir la justificación antedicha de “la lucha por la vida”, el riesgo de esta práctica consiste en que, al no valorizar su trabajo, dichos intérpretes ponen en tela de duda el justo valor que los demás dan al suyo, y los exponen a regateos y comparaciones a todas luces injustas. Llevadas al extremo, dichas comparaciones pueden inducir a un cliente a acusar a estos últimos de “robo” por los precios que cobran.
Dos prácticas de competencia desleal, sin lugar a dudas:
1) Desprestigiar a un colega con el fin de ganar un contrato o la preferencia de un nuevo cliente. Y digo “nuevo” porque me refiero al cliente que no conoce a ninguno de los dos oferentes del servicio.
En ocasiones nos veremos en aprietos, cuando alguien nos pregunte por la calidad que puede ofrecer un colega de quien sabemos ha habido quejas. En estos casos, es preferible decir “Lo conozco, pero no conozco su trabajo”; añadiendo algún atributo que sí nos conste, como su experiencia, formalidad, o precios razonables, en su caso, y sugiriendo que se le pida una prueba (si se trata de traducción) y (o) recomendaciones de clientes (si se trata de interpretación). No cabe duda de que es una situación difícil, sobre todo cuando nuestras palabras van a ser tomadas virtualmente.
2) Aprovechar el acceso que un colega nos da para promover una relación directa con el cliente. Con esto nos referimos tanto a la actitud agresiva de ofrecer nuestros servicios (entregar tarjetas, etc.), como la actitud pasiva de dar nuestros datos o atender al cliente directamente sin referirlo a nuestro colega primero, o consultar antes con éste.
No pretendemos que el traductor se niegue a hacer el trabajo, sino que aclare que lo hará una vez que su colega lo apruebe. Para nuestra tranquilidad de conciencia, con frecuencia encontraremos que el cliente no sólo obtuvo ya su aprobación, sino también su recomendación de que nos busque.
Consecuentemente, la mejor práctica competitiva, es competir con calidad. Esta va más allá de una calidad mejor que la de nuestros competidores, es un esfuerzo cotidiano por mejorar la calidad que dimos ayer. Así, compitiendo con nosotros mismos, iremos mejorando día tras día hasta llegar al grado en que la competencia en precio deje de tener importancia, porque siempre habrá quien prefiera un trabajo de calidad a uno barato, cuando no pueda tener ambas cosas.
Lenguas: Número 17 - Mayo de 1994. Atimac.
Consecuentemente, la mejor práctica competitiva, es competir con calidad. Esta va más allá de una calidad mejor que la de nuestros competidores, es un esfuerzo cotidiano por mejorar la calidad que dimos ayer. Así, compitiendo con nosotros mismos, iremos mejorando día tras día hasta llegar al grado en que la competencia en precio deje de tener importancia, porque siempre habrá quien prefiera un trabajo de calidad a uno barato, cuando no pueda tener ambas cosas.
Lenguas: Número 17 - Mayo de 1994. Atimac.
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