Cuando por allá en el año 382, San Jerónimo, sentado en su gabinete, empezó su trabajo de corrección de la versión latina existente del Nuevo Testamento, rodeado de enciclopedias, diccionarios y obras de consulta no podía ni siquiera imaginarse el giro que algún día daría la historia de la traducción; ni mucho menos soñar con los tiempos que se avecinarían para la profesión de la cual, por sus incontables méritos, se convertiría en su santo y honorable patrono.
Las nuevas tecnologías han alterado profundamente el quehacer del traductor. Lo han convertido en un solitario empedernido, sediento de interacción social, un privilegiado con acceso a infinidad de conocimientos y diferentes culturas, pero verdadero ermitaño conectado a millones de personas que nunca ha visto y quizás nunca verá. Sus relaciones con el mundo exterior las mantiene a través del chat, de foros o listas de correo, donde aparte de tratar asuntos de trabajo habla de banalidades para pasar el rato y sentirse humano.
Ser traductor ahora implica y contiene también ser informático. Un traductor debe dominar todas las funciones de Internet, procesadores de texto, programas de diseño gráfico y diseño Web, programas de reconocimiento de voz, herramientas de asistencia a la traducción, herramientas terminológicas, entre otras menudencias. Cualquier herramienta o equipo nuevo es una prioridad en su presupuesto. Sólo con tecnología de punta podrá trabajar más en el menor tiempo posible y competir en rapidez de entrega y precios para sobrevivir en el difícil mercado. Ahora lo que cuenta es la capacidad de entender y descifrar cuanto motor de búsqueda existe y de encontrar rápida y eficazmente dentro del inmenso e inagotable caudal de información disponible en la red de redes, justamente lo que necesita y en el momento preciso.
Hoy la ingeniería lingüística, los gestores de bases de datos terminológicos plurilingües, las nuevas tecnologías de la información y de la comunicación y el avance de la programación y de la tecnología, han creado realidades inimaginables para aquellos insignes eruditos que hicieron de la traducción una ciencia y un arte, apta sólo para unos cuantos elegidos. Han transformado además radicalmente el modo de hacer traducción. La traducción hoy se rige por un mercado global, donde reina la competencia, la rapidez y capacidad de respuesta. La transferencia de una lengua a otra se transformó en una industria de las lenguas, tecnificada, rentable y en franco crecimiento.
El traductor de este siglo vive conectado las 24 horas del día los 7 días de la semana, a través de un sistema imbricado de cables a su PC o portátil, la Internet, a la cámara de video, al escáner, al fax MODEM. Sin embargo, cualquier evento fortuito como falla del suministro eléctrico o desperfecto electromecánico en sus modernos equipos, puede dejarlo desconectado, paralizado e incapacitado de proseguir su trabajo. Es en estos precisos instantes cuando el pánico lo toma por sorpresa, le hace sentir el rigor del significado del incumplimiento del plazo de entrega y piensa con nostalgia en si no sería mejor que todo fuera como antes cuando San Jerónimo podía trabajar tan tranquila y plácidamente a la tenue luz de una vela. Ora al santo en alguna de las lenguas que domina para que se haga la luz o se resuelvan las fallas y comprende el significado de la vulnerabilidad de la tecnología para resolverle todos sus asuntos del día a día.
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